Este bien podría ser el título de una gran novela
o la descripción de tu boca.
Yo, que me inquieto con tu solo pestañeo
no tolero esa comisura
que se bifurca y se cierra luego
hasta unirse en una mueca soberbia.
Yo, que tengo por venas trenzas de muérdago
y por respiración aleteos de hornero
con mi tristeza ágil
y mis brazos muertos;
Yo voy a ser la que rescate tu aliento
del resto de las podredumbres
y te cosa la boca con hilos de plata
para que ya no puedas
mentirle a ninguna otra.